Tuesday, February 20, 2024

1807: Tres generaciones desaparecen de un plumazo

 

Ilustración generada por Bing Image Creator

Investigación y redacción por Annette Ramírez Díaz


La búsqueda de mis raíces a través de la investigación genealógica es una especie de peregrinación personal, un viaje hacia el entendimiento de quién soy a través de la historia de aquellos que me precedieron.


Muchas veces, encontrar documentos de nuestros antepasados genera más preguntas que respuestas. Un día, buscando en el libro cuarto de defunciones en los archivos parroquiales de Caguas, descubrí una tragedia que envolvió a tres generaciones de mis antepasados en un mismo, fatídico día. Josefa de Santiago, de 60 años, su hija Ángela Gómez Santiago, de 40, y su nieto, Miguel de Torres Gómez, de apenas 18 años, encontraron su fin en la misma fecha.


Las tres actas de defunción, consecutivas y con fecha del 17 de septiembre de 1807, detallaban que no se les administraron los Santos Sacramentos “habiendo sido repentino su fallecimiento”, anunciando la abrupta naturaleza de la partida sin proveer más detalles excepto la edad, cónyuges y/o padres.¹ 


¿Qué le pasó a Josefa, Ángela y Miguel? Un accidente trágico, una enfermedad fulminante, un incendio, ahogamiento, asesinato, son eventos que podrían explicar la tragedia que se abatió sobre estas tres generaciones. A pesar de mis esfuerzos por encontrar documentos en los archivos de Caguas que pudieran arrojar luz, no hallé nada. No obstante, un detalle histórico llamó mi atención: el 17 de agosto de 1807, exactamente un mes antes de su muerte, el Huracán San Jacinto impactó Puerto Rico. Este huracán de traslación lenta permaneció sobre la isla durante 50 horas, desplazándose de sureste a noroeste. Provocó lluvias intensas por cuatro días, lo que resultó en la inundación de todos los ríos, así como en la destrucción de gran parte de los cultivos y el ganado. Las pérdidas humanas fueron considerables.² Este evento podría haber desencadenado una serie de sucesos desafortunados, aunque no hay evidencia que vincule directamente el huracán con el destino de mis antepasados.


Yo desciendo de María Encarnación de Torres Gómez, hija de Ángela, quien solo tenía 7 años cuando perdió a su abuela, su madre y su hermano. Aunque las respuestas a veces se nos escapan, el acto de buscar y recordar en sí mismo es un tributo a aquellos cuyas vidas son los cimientos sobre los que construimos la nuestra.


Este hallazgo, marcado por la tragedia y el misterio, se convirtió en un recordatorio sombrío de nuestra conexión con el pasado, de las redes tejidas a través de la alegría y el dolor, la vida y la muerte. ¿Cuántas personas tuvieron que sobrevivir y perseverar para que nosotros estemos vivos hoy, aquí?


Así, esta microhistoria es mi humilde tributo a esas tatarabuelas que partieron sin despedirse y quedaron dormidas en las páginas de un libro parroquial, hasta ahora, 217 años más tarde.

Fuentes:

¹Libro 4to de defunciones, folios 158-159, Parroquia Dulce Nombre de Jesús, Caguas, PR

²Atlantic Oceanographic & Meteorological Laboratory, NOAA.gov

Sunday, February 18, 2024

1892: Las morfinómanas de Juana Díaz

 

Les Morphinées, 1891, Georges Moreau de Tours¹

Investigación y redacción por Annette Ramírez Díaz

Los casos de morfinomanía (adicción a la morfina) en Puerto Rico durante la década de 1890 son claro ejemplo de cómo la crisis de los opioides no es exclusiva de nuestro días, sino que tiene raíces históricas e ilustran una trama de adicción, comercio ilegal y esfuerzos comunitarios por combatir un problema de salud pública. 

El abuso de morfina en el siglo XIX fue un fenómeno global. Su uso transformó el tratamiento del dolor gracias a la invención de la jeringuilla hipodérmica en 1853, facilitando así su administración y, desafortunadamente, su abuso. Inicialmente vista como un avance médico milagroso, la adicción a la sustancia provocó un cambio en la percepción pública, lo que impulsó tanto a la comunidad médica como a la sociedad a buscar maneras de regular su uso y distribución.


En Juana Díaz, el epicentro de la crisis de morfinomanía entre 1892 y 1894, se reportaron casos alarmantes que reflejan la extensión y severidad del problema, afectando hasta a un 10% de su población², incluyendo a segmentos vulnerables como mujeres jóvenes y niños.

El periódico La Correspondencia de Puerto Rico reportaba: 

"Sigue la morfinomanía propagándose en este pueblo. ¡Dios perdone a quien tuvo la culpa! Pasan de doscientos los maniáticos que diariamente se inyectan el alcaloide, y ya llegan hasta forzar a pobrecitos niños para que se lo dejen propinar; hay hasta señoritas que se reúnen misteriosamente para unas a otras prestarse los servicios de la jeringuilla de Pravaz, asegurándose de una señora cuyo cuerpo ya no le cabía un pinchazo más. Últimamente han sido recogidos dos niños cuyos cuerpos parecían los de un leproso, a causa de tanta y tanta inyección. Ofrecían el aspecto más deplorable, mirada lánguida, escuálidos, desencajados. El que se halla dominado por tan detestable vicio, a menudo se vuelve alcohólico, mentiroso, vago, estúpido, tramposo."³
 

Jeringuilla de Pravaz⁴


Sobre los casos de niños, se dijo que:

“Félix Rodríguez, de 12 años de edad, empleó morfina durante 10 meses. Este niño está hecho una lacra de los pies a la cabeza. Gran postración, parálisis en el desarrollo, flaqueza extrema y rostro avejentado. Martín Diaz, de 12 años, con 8 meses de vicio, su estado es igual al anterior. Estos dos niños representan la comisión de un crimen horroroso que debe castigarse con mano firme. En Juana Díaz hay realmente una revolución entre los viciosos y los especuladores del vicio.” ⁵


Estos casos en Juana Díaz no solo ilustran la profundidad del problema, sino también la complejidad de abordarlo. En respuesta a la crisis, la Junta de Sanidad de Juana Díaz tomó medidas significativas, como la instalación de un local para asistir y curar gratuitamente a los morfinómanos, y solicitó a la Subdelegación de Farmacia que ejerciera influencia sobre los boticarios de Ponce y la capital para restringir la venta de morfina sin receta médica. Esto refleja una estrategia integral que buscaba no solo tratar a los ya afectados, sino también cortar el suministro.

“Los morfinómanos de Juana Díaz están de enhoramala porque el alcalde don Lorenzo Carbó, que también es presidente de la Junta de Sanidad, ha publicado un bando que tiende a corregir el vicio que les domina.”⁶


Además, la Alcaldía Municipal y la Junta de Sanidad de Juana Díaz emitieron comunicados instando a los afectados a someterse a tratamiento médico y advirtiendo a la comunidad sobre la vigilancia y penalizaciones a quienes distribuyeran morfina. 


En medio de la crisis surge la figura de don Pedro Monclova Gallardo, farmacéutico de Juana Díaz, un caso fascinante de cómo una persona puede ser percibida de maneras diametralmente opuestas. Para algunos, Monclova se presentó como un héroe que enfrentó el problema con determinación y compasión, ofreciendo tratamiento y apoyo a aquellos atrapados en las garras de la adicción. Sin embargo, para otros, Monclova era visto como parte del problema, e incluso como el causante de la adicción en el pueblo. Las acusaciones contra él de facilitar el acceso a la morfina sin adherirse a los requisitos legales dibujan un panorama de conflicto, en el que su papel en la crisis es objeto de debate. Esta doble percepción sobre Monclova refleja los desafíos en identificar a los verdaderos villanos y héroes en la lucha contra la adicción. 

“El señor Monclova no necesita defensa, conocido como es él en la localidad por cumplir con intachable conducta el ministerio de su delicada profesión. Sin embargo, como se afirma que la opinión pública le acusa de ser quien vende aquí la morfina, y creemos que la opinión pública está formada por aquellas personas que poseen sentido común, moralidad y buenas costumbres, que no están influenciadas por ese malhadado vicio; en otras palabras, que no son partes interesadas en este delicado asunto; hacemos esta espontánea manifestación, que firmamos muy gustosos, con el único fin de que la verdad brille espléndida y no se le dé oído a las elucubraciones de aquellos que dicen que en Juana Díaz no hay morfinómanos.

Podemos afirmar que sin la cooperación enérgica de esas almas nobles y generosas, que se desviven por obtener la pronta curación de esos desdichados esclavos del alcaloide, Juana Díaz en no lejano tiempo hubiese sido un pueblo de espectros, cadáveres, idiotas y locos.”⁷

La problemática alcanzó un nivel de discusión pública, donde se debatía la veracidad de las acusaciones contra individuos específicos y se criticaba la difusión de información falsa o engañosa.⁸


Al parecer, los esfuerzos de las autoridades y la comunidad rindieron frutos, ya que las menciones en la prensa sobre morfinomanía en Juana Díaz disminuyeron considerablemente luego de 1895. 


Lo ocurrido en Juana Díaz nos brinda una ventana al pasado, confirmando que el problema de los opioides es tan antiguo como persistente. ¿Podremos aprender de las lecciones del pasado para atajar las crisis actuales? Lamentablemente, hemos avanzado poco en enfrentarlo.


Fuentes:

¹ Le Petit journal, Supplément du dimanche, 1891. Gallica/BnF

² La Correspondencia de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 03 June 1893. Chronicling America/ Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1893-06-03/ed-1/seq-2/>

³ La correspondencia de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 24 Feb. 1894. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1894-02-24/ed-1/seq-3/>

⁴ Seringue de Pravaz - Conservatoire du Patrimoine Hospitalier Régional

⁵ La correspondencia de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 27 March 1894. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1894-03-27/ed-1/seq-3/>

⁶ La democracia. (Ponce, P.R.), 24 March 1894. Chronicling America/ Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn90070270/1894-03-24/ed-1/seq-3/>

⁷ La correspondencia de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 01 April 1894. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1894-04-01/ed-1/seq-2/>

⁸ La correspondencia de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 01 April 1894. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1894-04-01/ed-1/seq-3/>

Monday, January 3, 2022

Caguas, 1891: ¿Qué hizo el Padre Rastrillo?

Investigación y redacción por Annette Ramírez Díaz

Entre los archivos de correspondencia del alcalde de Caguas se encuentra un reporte muy intrigante sobre sucesos ocurridos a las 9 de la noche del 12 de noviembre de 1891, cuando un grupo de individuos llevó a cabo una "cencerrada" como protesta para pedir que sacaran al "Padre Rastrillo" de la Parroquia de Caguas. El informe¹ del cabo comandante Manuel Enríquez al alcalde municipal Don Rafael Polo lee como sigue: 

Señor alcalde municipal,

Tengo la honra de participar a su autoridad que en la noche de ayer a las nueve de la misma, se presentaron en la Plaza varios individuos promoviendo un fuerte escándalo, tocando latas unos y otros tocando pitos y gritando “¡Salga el Padre Rastrillo!” y al llegar el que suscribe al sitio de referencia se retiraron todos sin que haya conocido a ninguno de ellos. En vista que los escandalosos se habían retirado, el que habla se dirigió a los bajos de la alcaldía a dar cuenta al señor alcalde evitando el escándalo, mas a los pocos minutos volvieron a repetir la misma escena, la cual fue editada por el que firma y luego que pasaron otros cuantos minutos volvieron a tocar una lata y entonces se presentó la autoridad local, manifestando a varios caballeros que tuvieran la bondad de retirarse a lo que contestó don Eduardo Vidal, que él y otros caballeros cuyos nombres no recuerdo eran los que habían iniciado la cencerrada y que lo llevara a todos al Depósito. En el acto el señor alcalde mandó retirar al cuartel al que habla y Lorenzo, en cuyo sitio me ordenó diera cuenta de lo ocurrido, presentándose en el acto don Santiago Martínez manifestándole al señor alcalde que tanto él como el individuo que don Rafael había metido en el depósito habían tomado parte en la cencerrada del padre Rastrillo, añadiendo que no respondía el día que se fuera de Caguas y que si en la Nochebuena estuviera el padre referido en este pueblo caerían rayos dentro de la iglesia.

Lo que pongo en su superior conocimiento en cumplimiento del ordenado. Dios que a usted, Caguas, noviembre 13, 1891 el cabo comandante Manuel Enríquez

Al leerlo, las preguntas abundan: ¿Quién era el Padre Rastrillo? ¿Qué hizo para provocar que una cantidad de personas se reuniera en la plaza del pueblo a protestar y pedir que fuese removido? Acto seguido, inicié una investigación para encontrar las respuestas a estas preguntas. Uno de los involucrados en la "cencerrada", quien también fue arrestado durante el incidente fue Eduardo Vidal y Ríos, quien había sido alcalde de Caguas en 1889-90.

Resulta que el incidente también fue reportado por la Parroquia de Caguas al Obispo de la Diócesis, quien a su vez lo reporta al Gobernador. Leopoldo Cano y Masas, Secretario del Gobierno, escribe al Alcalde de Caguas lo siguiente¹: 

El excelentísimo señor obispo de esta diócesis, con fecha de ayer, dice al excelentísimo señor Gobernador General lo siguiente: Excelentísimo señor, el coadjutor encargado de la parroquia de Caguas, me dice con fecha 13 del corriente lo siguiente: 

"Excelentísimo ilustrísimo señor, al tener el honor de poner en el superior conocimiento de vuestra excelencia ilustrísima que hoy me he hecho cargo de esta parroquia ínterin venga el señor cura nombrado, debo añadir con dolor que la dignidad del sacerdote y la autoridad del Vicario de la iglesia han sido vilmente ultrajadas en el día de ayer en la venerable persona del presbítero señor don Ramón A. Ibarra, pues una turba de descreídos y revoltosos se acercó a su casa, que también yo habito, y con latas, triquitraques y silbidos le apostrofaban profiriendo los insultos más atroces y sin que interviniera a reprimir tal escándalo, que duraría una hora, ninguna Autoridad local. Esto me inclina a creer que no hay las garantías necesarias para ejercer libremente las funciones del ministerio. Y tengo el pesar de comunicarlo a usted a fin de que se digne disponer lo que estime más conveniente. Lo que he creído de mi deber trasladar a usted como tengo el honor de verificarlo, suplicándole tenga a bien adoptar la medida que estime más oportuna para impedir que se repitan manifestaciones como la de que se trata, que tienden a coartar el ejercicio del ministerio parroquial."

Lo que de orden de su excelencia traslado a usted para su conocimiento y a fin de que manifieste lo ocurrido en esa población y el motivo de no haber dado cuenta de los hechos mencionados en el preinserto oficio, y se ha dado cuenta de ellas al Juzgado respectivo. 

Puerto Rico, 17 de noviembre de 1891, Leopoldo Cano

Gracias a este segundo comunicado tenemos la repuesta en cuanto a la identidad del cura, se trata del Presbítero Ramón Antonio Ibarra y de la Vaca. Nacido en Mayagüez, Puerto Rico alrededor del 1831, educado en Latín, Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar San Ildefonso de San Juan, ordenado como sacerdote en 1854 en Santo Domingo². Funge como Párroco de Caguas por 5 años y 3 meses, desde abril de 1886 hasta noviembre de 1891. Previo a llegar a Caguas, fungió como Párroco de Patillas, Juana Díaz, Cabo Rojo e Isabela, así como Coadjutor en Mayagüez.³

Ninguno de los reportes antes detallados incluye la razón del descontento de la feligresía con el cura. Tampoco se menciona el incidente en los periódicos de la época. Procedemos entonces a averiguar qué sucede con Ramón Ibarra luego de que fuese removido de Caguas en noviembre de 1891.  Según el periódico La Correspondencia de Puerto Rico, el padre Ibarra es trasladado a la Parroquia de Isabela ese mismo mes.

No hay más noticias sobre el padre hasta diciembre de 1892, once meses después del incidente en Caguas. La breve noticia que llega de Isabela es escueta pero alarmante:

En menos de 1 año, el Padre Ibarra habría abierto un colegio junto a un profesor elemental y el Alcalde del pueblo lo había mandado a clausurar.⁵ Las razones no se especifican, sin embargo, la referencia a los tribunales en última línea hace pensar que se trata de algo ilegal. Luego de esta nota, no se menciona en los rotativos de la época nada más sobre el incidente de la escuela. Cabe mencionar que ambos el padre Ibarra y el mencionado profesor Manuel Rosa Requena coincidieron en 1886 como profesores en el Colegio Dulce Nombre de Jesús en Caguas, según un listado de profesores publicado en la Gaceta de PR.


Si hay algo que llama la atención es cómo, tanto en los reportes como en las publicaciones encontradas, se omite completamente el contenido de las alegaciones y controversias, aún cuando tenían repercusiones legales como en el caso de la escuela de Isabela. Para que un grupo de ciudadanos haya decidido llevar a cabo una protesta, debe haber sido de conocimiento público los detalles del malestar, y en una isla en la cual muchas noticias inconsecuentes llegaban al periódico, esta nunca fue publicada.

Luego de su traslado a Isabela, el Padre Ibarra fue reubicado en al menos 4 ocasiones adicionales a las Parroquias de Mayagüez, Vega Baja, Añasco y Cabo Rojo. En este último pueblo fallece apenas un mes luego de su llegada, el 26 de mayo de 1901, con setenta años de edad.

El Padre Ibarra no estuvo ajeno a las controversias y en otras ocasiones sí se revelaron los detalles en la prensa, como fue en el caso de 1890 cuando un grupo de personas escribió para desmentir una noticia que indicaba que Ibarra no había querido enterrar al Padre José Nicolás Aguayo de la Fuente, quien por muchos años fungió como Sacristán Presbítero y Coadjutor de la Parroquia de Caguas. Cabe aclarar que el propio Ibarra es quien firma el acta de defunción del padre Aguayo.10 También hubo irregularidades con unas transacciones de terrenos que llevó a cabo Ibarra y salieron a la luz pública 5 años luego de su fallecimiento.11

La gran pregunta queda sin responder: ¿Qué hizo el Padre Ibarra en Caguas e Isabela? No hemos logrado encontrar documentos que lo aclaren, sin embargo, a veces habla más lo que no se dice.

Fuentes:

¹ Archivo Histórico Municipal de Caguas-Abelardo Díaz Alfaro, Sección Gobierno; Subsección Alcalde; Serie Correpondencia; Caja 109; Sobre 6

² Salcedo Chirinos, César Augusto, "Los límites del poder disciplinario: el Seminario Conciliar y la formación del clero en Puerto Rico (1805-1857)", Revista Caribbean studies, vol. 41, núm. 2; July-Dec. 2013, p. 28. 

³ Díaz Reyes, Jorge David, "Estudio sobre el clero de Caguas Siglo XIX", Cuadernos de la Facultad de Humanidades, UPR Río Oiedras, 1 (1978), p. 124, 127.

La correspondencia de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 05 Nov. 1891. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1891-11-05/ed-1/seq-3/

La democracia. (Ponce, P.R.), 17 Dec. 1892. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn90070270/1892-12-17/ed-1/seq-3/>

  Gaceta de Puerto-Rico. ([San Juan, P.R.), 23 Nov. 1886. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress.

Isabela a Mayagüez: La correspondencia de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 05 June 1898. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1898-06-05/ed-1/seq-3/>
Vega Baja
Gazeta de Puerto-Rico. [volume] ([San Juan, P.R.), 07 Aug. 1898. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/2013201074/1898-08-07/ed-1/seq-1/>
Añasco
Boletín mercantil de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 07 Aug. 1900. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099739/1900-08-07/ed-1/seq-2/>
Cabo Rojo
La correspondencia de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 29 April 1901. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1901-04-29/ed-1/seq-3/>

Puerto Rico, Registro Civil, 1805-2001," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939Z-T99K-QD?cc=1682798&wc=9PY7-829%3A129442901%2C130426802 : 14 October 2019), Cabo Rojo > Defunciones 1897-1903, L. 24-28 > image 1543 of 2074.

Boletín mercantil de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 21 Nov. 1890. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099739/1890-11-21/ed-1/seq-2/>

10 Parroquia Dulce Nombre de Jesús de Caguas, libro 22 de defunciones, folio 50/50v, partida 427.

11 Boletín mercantil de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 01 Feb. 1906. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099739/1906-02-01/ed-1/seq-2/> Boletín mercantil de Puerto Rico. (San Juan, P.R.), 05 Feb. 1906. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress. <https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099739/1906-02-05/ed-1/seq-6/>





Tuesday, September 14, 2021

1696: Feminicidio en San Juan (PARTE II)

Casa del Cabildo, San Juan²

Investigación y redacción por Annette Ramírez Díaz

Nota: Por ser este relato uno más extenso de lo usual, se ha publicado en dos partes.  Esta historia es real, como todas las que se publican en este blog.

Para leer la Parte I, pulsa aquí

Juan de Fontanes se entrega a las autoridades a las 4 de la mañana del jueves, 5 de abril de 1696.¹ Es apresado y encerrado en el calabozo de la Cárcel Real de la Casa del Cabildo, la cual ubica en la actual calle del Cristo #152 del Viejo San Juan.

Fontanes declara haber escrito una carta dirigida al Gobernador, la cual dejó en su casa. Las autoridades proceden a visitar la casa de Juan de Fontanes nuevamente, extrañados pues en el embargo realizado allí, no se había encontrado carta alguna. Al llegar, la tía Francisca Malavé señala que al alzar el colchón de paja de Juan de Fontanes ese mismo día, había encontrado una carta dirigida al Gobernador y sellada con lacre (sello de cera).


Carta con sello de lacre
 
La carta decía lo siguiente (con algunas correcciones gramaticales)

"Señor Gobernador y Capitán General:

 

Para que usted se halle con la individual noticia y en el conocimiento de las razones que me han motivado para el hecho presente, paso por medio de estos renglones a declarar como si fuera juramento la verdad del caso y es, señor, que habiéndome casado con la que tuve por mujer en la inteligencia de que era doncella se ajustó el casamiento, hallé al contrario como fue el de no serla y por tener parientes honrados y por no perderme lo suplí, haciéndole sola la advertencia que en lo adelante viviera sin dar motivo a que ejecutara lo que hoy halla vuestra señoría, a lo que me respondió a que me fuera con Dios y que la dejara con su madre y hermanos en su casa, que ella viviría como hasta aquí y soltó la rienda a sus viciosas costumbres, frecuentando la amistad y correspondencia que de muy antes tenía, según estoy informado y visto, con Francisco de Santiago, que está condenado a servir en el castillo del Morro y aunque está por vuestra señoría ordenado de día no más venga al lugar, las más noches se queda con él y por una reja que hay al lado de la cama por el colgadizo, subiéndose sobre unas vigas que están armadas para soberado, en él se veían y hablaban, y aunque muchas noches me puse en espía, no pude averiguar el cogerlos, por ser tan raro el modo que tenían que cada noche variaban de señas y porque cooperaba la madre en el consentimiento de esta maldad, y cuando me iba a la contaduría venía él y entraba y como sabía la hora que venía e iba se ponían a espiarme María Miranda e Isabel Álvarez, su prima, por cuyas manos le mandaban todo lo que querían y porque la traje a mi casa para ver si más bien podría satisfacerme, hubo un escándalo tan grande como se puede informar y habiendo venido a ella, volvió el dicho Francisco de Santiago con tan poco temor a frecuentar la misma comunicación por otras rejas que están en el callejón, donde algunas noches estuve en vela y sola una que llegué a verlo al mismo tiempo que iba a dar el salto del otro lado de una paredilla con que no pude correr más y porque no acreditara y me satisfaciera de esta verdad admitió y cuasi le dio ella motivo para que se adelantara a las evidentes señas que a uno y a otro le cogí y habiéndome hecho algunas noches el dormido, la hallé que se levantaba y preguntándole que a qué, decía que a orinar. Estas veces ni hallé orines, ni menos tuvo ganas, diciendo que se le había quitado y esta noche que tuve algún sufrimiento, la vi que iba abajo a buscarlo a su cama donde los hallé e hice el deber de hombre honrado, que no tengo otra cosa para valer sino el procedimiento omito por no cansar más a vuestra señoría. El decir lo que me ha pasado con esta vil mujer, todo lo dicho ofrezco probar, así la asistencia de noche en la ciudad de Francisco de Santiago, como también con toda la rivera de Luisa y parte de este lugar, el malvivir que ignoré antes de casarme y pues por ley divina son severamente castigadas las adúlteras, consentidoras y alcahuetas, por las humanas no será menos, mayormente cuando corre por vuestra señoría, que con tanto celo mira al servicio de ambas Majestades, dará el castigo que le corresponde a semejantes sujetos y apremiará para que declaren la verdad que juro por Dios y esta cruz ser la verdad lo que llevo dicho. Guarde Dios a vuestra señoría muchos años de esta ciudad de Puerto Rico y abril tres de 1696 años = Señor Gobernador y Capitán General de vuestra señoría súbdito y servidor =

Juan García de Fontanes"

 

Varias cosas llaman aquí la atención: 


Contrario a lo que alegó Juan de Fontanes, la carta no parece haber sido escrita antes del asesinato, pues hace mención de "el hecho presente", "lo que hoy halla vuestra señoría", "habiéndome casado con la que tuve por mujer". Cuando las autoridades cuestionan a Francisca Malavé sobre la posibilidad de que alguien entrara a la casa luego del asesinato a esconder la carta, ella juró que nadie entró ni salió de la casa.

De haberla escrito antes, consistió entonces de un acto premeditado. La razón para el asesinato, según Juan Fontanes: la infidelidad. Alega que su esposa, Ana Manuela de Jesús Cedeño, no era virgen al momento de casarse, pero continuó el matrimonio con la advertencia de que se comportarse, y que, al parecer, tenía una relación con un tal Francisco de Santiago. Busca justificar el asesinato y más aún, pide al Gobernador que sean ajusticiadas las consentidoras y alcahuetas, entre las cuales menciona a su suegra y las primas de Ana Manuela. Curiosamente, la carta no menciona a Diego Ramos, el soldado a quien atacó en el incidente en el cual asesina a su esposa.


Esta carta pone a correr la maquinaria de la justicia, iniciando una investigación extensa y veloz.


Comienzan por interrogar al propio Juan de Fontanes. A continuación, un resumen de sus declaraciones:

 

Acepta haber asesinado a su esposa porque lo ofendió al cometer adulterio, que no era virgen al casarse y que aún luego de casarse continuó con sus "vicios".

Indica que su esposa Ana Manuela Cedeño cometió adulterio con DOS hombres:

  1. Francisco de Santiago, natural de San Germán, quien cumplía una condena por asesinato sirviendo/ trabajando en el Castillo del Morro y residía en la casa de Cristóbal Galán, vecino de ellos.
  2. Diego Ramos, soldado del presidio, quien vivía en casa de Juan Fontanes.

En el caso de Francisco de Santiago, indicó que era Ana Madama, su suegra, quien consentía esa relación ilícita. Contó que a los 4 días de casados llegó a su casa Isabel Álvarez, prima de su esposa, diciendo que Francisco había mandado a decirle a Ana Manuela "que lo tenía olvidado" a lo cual Ana Manuela respondió "que no era fácil". Juan de Fontanes estaba afuera de la sala escuchando esta conversación, acto seguido entró y las mujeres interrumpieron la conversación.


The Friendly Gossips- Eugene de Blaas (fragmento)

 

Narró que por las noches se hacía el dormido y en varias ocasiones encontró a su esposa "arrimada a unas tablas" y que Francisco avisaba su llegada por las noches dando golpecitos en la madera o "quebrando juncos" (ramas).

Tablillas de chocolate casero
Contó que un día encontró "cuatro tablitas de chocolate del que se había molido aquel día, envueltas en papel" escondidas debajo de su colchón, las cuales Fontanes presume eran para enviarle a Francisco por mano de su prima Isabel, quien para esos días "estaba preñada y decía que se le antojaba".

Indicó que tanto Isabel Álvarez como María Miranda, las primas de su esposa, lo espiaban y velaban desde los balcones de sus casas, pendientes a cuando llegaba él por la Plaza de San Francisco, para ir "de carrera para adentro" a avisar que venía. También su suegra, Ana Madama, solía preguntarle a Juan sobre cuándo iba o venía.

Ramo de flores de azahar
Cuenta que en una ocasión vio a un niño, hijo de Francisco de Santiago, llegar hasta las escaleras de la casa con un ramo de flores de azahar cubierto con un pañuelo blanco. El niño escondió el ramo debajo de un escalón, de donde Ana Madama lo cogió y se lo llevó a su hija.

  

Conserva o dulce de papaya
En otra ocasión, se encontraban Ana Manuela Cedeño y la hermana de Juan de Fontanes "mondando papayas para conserva", cuando llega el mismo hijo de Francisco de Santiago y le hace señas dando golpes en el piso con los pies, y que a su vez, Ana Manuela le hizo señas con los ojos para que se fuese.
Acto seguido, Juan de Fontanes cogió al muchacho por la garganta y le dio contra el suelo, y a los pocos días su padre lo despachó para el campo.

Según el relato, Ana Manuela vivió un tiempo casa de su madre junto a Juan de Fontanes, y luego se muda a casa de su marido.

Indica que en una ocasión llegó a ver a un hombre trepando el techo de la casa, que su mujer le hacía señas escupiendo, pero no lo puedo coger pues tuvo que saltar unas piedras y el hombre se le adelantó, pero lo vio entrar "por los corrales de Francisca de Ayala".

 

En cuanto al soldado Diego Ramos, contó que la noche antes del asesinato, despertó para ver que su esposa no estaba en la cama. Se levantó, buscó el cuchillo que guardaba debajo del colchón y no lo encontró. Encontró a su esposa sentada en la escalera, descalza, conversando con el soldado, quien también estaba fuera de su cama. Fontanes le pregunta a Ana Manuela que a qué se había levantado y ella le respondió que iba a beber agua, aunque "le tenía la orden de que no se levantase de la cama de noche". Indicó que una mañana halló un pañuelo blanco en el primer piso y "porque tiene mucha arena el suelo" quedó marcada una huella del pie, la cual Fontanes midió y asegura era de su esposa. 

 

El día del asesinato, mientras almorzaban, vio que Ana Manuela le ofrecía carne al soldado, quien solo estaba comiendo arroz. En ese momento Fontanes le rompe un jarro de agua encima y lo siguió para darle con un palo. Su tía Francisca lo aguantó, con el ruido llegó gente, y luego de que éstos se retiraran, buscó su cuchillo y asesinó a Ana Manuela para luego marcharse al Convento de San Francisco.


Aquí termina su relato y comienza el interrogatorio. Le cuestionan por qué no llevó a su esposa a la justicia en lugar de matarla, alegando él que le pareció que "vengándose por su mano quedaba satisfecha su injuria". 

 

Le preguntan por qué, si sospechaba del soldado Diego Ramos, no lo echó de la casa. Contestó que no quería que Ramos fuese a descreditarlo y contárselo a los otros guardias.


Sobre el cuchillo, con el cual dormía bajo la cama, le cuestionaron si lo mandó a hacer para matar a Ana Manuela, y él contestó que lo mandó a hacer para cuando saliera para el campo.  Que lo tenía debajo del colchón y lo buscó la noche anterior para ejecutarla si la encontraba en una ofensa, pero que Ana Manuela lo tenía en sus manos y no dijo nada para que "no le diese con él".


Sobre la relación, indicó que llevaban apenas tres meses de casados y antes de eso "tuvieron correspondencia por más de dos años", que se veían cuando él visitaba el campo con su familia, ella iba a darles la bienvenida o despedida. Alega que hablaban "los días de San Juan que se celebran en esta ciudad con máscara". En uno de esos días, Ana Manuela le pidió a Juan que se casase con ella y él respondió que sí, con la condición de que fuese doncella (virgen), lo cual luego descubrió no ser cierto.


Juan de Fontanes indica que trataba bien a su esposa. Lo confrontan con el testimonio de los vecinos, quienes indicaron que se pasaban peleando "sin una hora de paz" y que aún su tía Francisca temió por su vida el día del incidente. Indicó que sólo dos riñas tuvieron: una en casa de Ana Madama y la otra en su propia casa, tras la cual su abuela y su tía le dijeron "que la metiera en una caja o que se fuera a vivir al matadero a coronarse de cuernos". En otras palabras, acusa a su tía y abuela de incitarlo a matar a su esposa.

 

Las autoridades le cuestionaron por qué la noche antes del asesinato "estuvo en la puerta de su casa con desesperaciones, echando vidas y reniegos", y contó que Francisco de Santiago había pasado frente a su puerta, donde se encontraba parado, no se quitó el sombrero para saludarlo y "gargajeó que casi se lo echó encima", por lo cual entró lleno de cólera a la casa.


Lo interrogan sobre el momento en que escribe la carta y las inconsistencias. Fontanes insiste en que la escribió el día antes del asesinato, que ya había dado el caso por hecho "por haber visto y reconocido las camisas del dicho soldado manchadas y con evidencias de haber tenido acto carnal" (este dato no lo había mencionado en su relato), y que la escribió "por parecerle que después del hecho no tendría oportunidad de hacerlo y para el interín que no se presentara, se supiera el motivo que tuvo para el exceso".


Le preguntan si sabía que su esposa estaba embarazada y qué tiempo podía tener de embarazo. Contestó que no sabe si estaba embarazada, pero a los ocho días de casados tuvo su menstruación y luego no tuvo más. Insisten entonces: "¿Cómo habiéndole faltado su regla mensual, que es la señal más cierta que tienen las mujeres para hallarse en sospecha de preñez, le dio de puñaladas, pues fue en cierto modo patricida?"


De inmediato, tanto Francisco de Santiago como Diego Ramos fueron arrestados y llevados a prisión en lo que se dilucidaba el caso. También se ordenó que se interrogara a Ana Madama, Isabel Álvarez y María Miranda, acusadas por Juan Fontanes de ser cómplices.

 

Interrogatorio Francisco de Santiago


El primero de los mencionados en ser interrogado lo fue Francisco de Santiago, el 9 de abril de 1696. Indicó tener 28 años, ser natural del Valle de Coamo, de oficio labrador y criador de ganados, casado con Magdalena de Torres, moradora de Ponce. Llevaba 10 meses viviendo en San Juan, estuvo preso en San Germán por el asesinato de una mujer en Ponce, y lo condenaron al destierro trabajando en el Castillo del Morro. Alegó llevar preso 4 días sin saber el motivo.

Indica saber que una mujer murió asesinada el 4 de abril y que no sabía su nombre. Informó que vive en casa del Alférez Cristóbal Galán, a donde iba a comer solamente de día, pues de noche permanecía en Castillo del Morro. Que sabe que el asesinato ocurrió en casa de Juan de Fontanes, y que entre la casa de Fontanes y la suya sólo había una casa de por medio, la de Juan de Lao, donde finalmente falleció la mujer. Al preguntársele cómo, viviendo tan cerca, no la conocía, indicó que ni siquiera la había visto hasta el día de su muerte, cuando le pidieron ayudar a trasladar el cuerpo a casa de su madre.

Contó que al momento del asesinato, se encontraba leyendo en casa de Cristóbal Galán, cuando escuchó un ruido, se asomó al balcón y vio a Juan Fontanes corriendo con un palo en la mano detrás de un soldado llamado Diego. Que no logró alcanzarlo y se regresó para su casa.

Confrontaron a Francisco de Santiago con todo lo que alegó Juan de Fontanes en su declaración y negó rotundamente todas las declaraciones. Indicó no conocer a Isabel Álvarez, excepto haberla visto por la vecindad, que nadie le hizo llegar chocolates o regalos, que nunca había estado en casa de Ana Madama ni pudo estar en los alrededores de la vecindad de noche, pues por su condena él tenía que dormir en el cuartel del Castillo del Morro bajo supervisión de su teniente. Que su hijo estuvo en San Juan enfermo y lo envió de vuelta con su madre, que nada era cierto.


Interrogatorio Diego Ramos


Diego Ramos informó ser natural de Utreta en Andalucía, España, de edad de 18 años, soltero, de oficio soldado del presidio y que desde que llegó a Puerto Rico vivió en casa de Juan de Fontanes. Indicó conocer sobre el asesinato de Ana Manuela y que en el momento del acto se encontraba en la casa de Juan de Lao, a donde se escapó huyendo de Juan de Fontanes, quien lo agredió durante el almuerzo en su casa. Dijo que no sabe por qué motivo le dio muerte, que nunca vio que hombre alguno la solicitase, galantease o visitara la casa y que Manuela siempre estaba en su cuarto y solo bajaba para comer con su marido. Negó rotundamente el incidente relatado por Fontanes de haber encontrado a su mujer a mitad de noche hablando con él en la escalera, que tampoco sabía del incidente del pañuelo, que solo tenía dos camisas y llevaban más de 15 días sucias. Tampoco la fallecida le habría ofrecido carne para comer el día del incidente. Declaró que nunca oyó peleas entre el matrimonio pues estaba fuera por el día, pero cuando llegaba escuchaba decir que habían reñido. Conocía cuál era el niño de Francisco de Santiago,

 que era pequeño y nunca lo había visto en la casa. 


Interrogatorios María Miranda e Isabel Álvarez


Ambas negaron todas las alegaciones y declararon conocer a Ana Manuel Cedeño como una mujer honrada que ni salía de su casa. 

Isabel, quien indicó tener 25 años y vivir en la casa de al lado del alférez Galán, indicó que sólo veía a Ana Manuela cuando visitaba la casa de su tía, y que nunca había enviado recados ni regalos y que mucho menos espiaba a Juan de Fontanes por el balcón pues bastante tenía con cuidar a su marido y a su hija. Declaró conocer a Francisco de Santiago y haber visto a su hijo, sin embargo sólo intercambiaron un "buenos días o buenas noches" si se cruzaban.


Interrogatorio Ana Madama


Indicó ser natural de la Ciudad de Puerto Rico, de 50 años, viuda de Gerónimo Cedeño y madre de Ana Manuela Cedeño, asesinada por Juan de Fontanes sin causa alguna. Dijo que no sabe de hombre que hubiese causado sospechas contra su hija, negó el incidente del ramo de azahar, se declaró una mujer honrada que no podría ser consentidora.

Contó que luego de vivir el matrimonio en su casa por un mes y medio, Juan de Fontanes sacó a Ana Manuela a la fuerza de allí y Ana Madama le rogó que no lo hiciera "porque era niña y no sabía de gobierno de casa".


Hubo un desfile de testigos, desde el Teniente del Morro hasta cerca de una decena de soldados y cabos quienes testificaron que Francisco de Santiago nunca salió de noche de su área asignada.


Se asigna un fiscal al caso. Ana Madama radica una querella civil y criminal contra Juan de Fontanes por la muerte alevosa de su hija embarazada y por atentar con tra la honra y reputación de la familia. Ana Madama indica que no hace sentido que Fontanes diga "que no la halló doncella" pues "desde que lo hubiera reconocido no hubiera estado tan contento, regocijado, unánime y conforme con la dicha mi hija".

Retrato de una abuela, Siglo XVII
Nuevos interrogatorios a los mismos testigos arrojaron que Ana Manuela Cedeño era considerada una mujer honrada, virtuosa, callada, que no salía de su casa "ni se asomaba por las ventanas". Agustina y Francisca Malavé ratificaron su testimonio inicial. Un testigo alega haber escuchado que Juan de Fontanes trató de "ahogar" a Ana Manuela en una ocasión. Varios confirmaron haber oído que Ana Manuela estaba embarazada y uno de ellos la escuchó a ella misma decirlo a Juan de Fontanes en la noche que se la llevó para su casa. 


Conclusión y sentencia

 

Al final, el testimonio que más peso tuvo para lograr a un veredicto fue el de Agustina y Francisca Malavé, abuela y tía de Juan de Fontanes, respectivamente, quienes declararon en contra de él y a favor de la honra de Ana Manuela. En las propias palabras de Ana Madama, ellas actuaron "como mujeres cristinas y temerosas de sus conciencias, juraron la verdad sin que les moviese el amor de nieto y sobrino, ni el haberle criado".

 

Juan de Fontanes fue encontrado culpable y condenado a muerte "pasado por las armas" (fusilamiento) sin dilación. Fue ejecutado el 4 de mayo de 1696 en el llano del Morro y sepultado en el Convento de Santo Domingo.

 

Pelotón de fusilamiento³

Fuentes/ referencias:

¹ A.G.I., Santo Domingo, Leg. 162, Carpeta AGI Vol. III, Archivo General de Puerto Rico

² https://galeriaexodo.com/wp/espacio-cabildo/

³ https://lapiedradesisifo.com/wp-content/uploads/2014/07/pelot%C3%B3n-de-fusilamiento.jpg