Ilustración generada por Bing Image Creator |
Investigación y redacción por Annette Ramírez Díaz
La búsqueda de mis raíces a través de la investigación genealógica es una especie de peregrinación personal, un viaje hacia el entendimiento de quién soy a través de la historia de aquellos que me precedieron.
Muchas veces, encontrar documentos de nuestros antepasados genera más preguntas que respuestas. Un día, buscando en el libro cuarto de defunciones en los archivos parroquiales de Caguas, descubrí una tragedia que envolvió a tres generaciones de mis antepasados en un mismo, fatídico día. Josefa de Santiago, de 60 años, su hija Ángela Gómez Santiago, de 40, y su nieto, Miguel de Torres Gómez, de apenas 18 años, encontraron su fin en la misma fecha.
Las tres actas de defunción, consecutivas y con fecha del 17 de septiembre de 1807, detallaban que no se les administraron los Santos Sacramentos “habiendo sido repentino su fallecimiento”, anunciando la abrupta naturaleza de la partida sin proveer más detalles excepto la edad, cónyuges y/o padres.¹
¿Qué le pasó a Josefa, Ángela y Miguel? Un accidente trágico, una enfermedad fulminante, un incendio, ahogamiento, asesinato, son eventos que podrían explicar la tragedia que se abatió sobre estas tres generaciones. A pesar de mis esfuerzos por encontrar documentos en los archivos de Caguas que pudieran arrojar luz, no hallé nada. No obstante, un detalle histórico llamó mi atención: el 17 de agosto de 1807, exactamente un mes antes de su muerte, el Huracán San Jacinto impactó Puerto Rico. Este huracán de traslación lenta permaneció sobre la isla durante 50 horas, desplazándose de sureste a noroeste. Provocó lluvias intensas por cuatro días, lo que resultó en la inundación de todos los ríos, así como en la destrucción de gran parte de los cultivos y el ganado. Las pérdidas humanas fueron considerables.² Este evento podría haber desencadenado una serie de sucesos desafortunados, aunque no hay evidencia que vincule directamente el huracán con el destino de mis antepasados.
Yo desciendo de María Encarnación de Torres Gómez, hija de Ángela, quien solo tenía 7 años cuando perdió a su abuela, su madre y su hermano. Aunque las respuestas a veces se nos escapan, el acto de buscar y recordar en sí mismo es un tributo a aquellos cuyas vidas son los cimientos sobre los que construimos la nuestra.
Este hallazgo, marcado por la tragedia y el misterio, se convirtió en un recordatorio sombrío de nuestra conexión con el pasado, de las redes tejidas a través de la alegría y el dolor, la vida y la muerte. ¿Cuántas personas tuvieron que sobrevivir y perseverar para que nosotros estemos vivos hoy, aquí?
Así, esta microhistoria es mi humilde tributo a esas tatarabuelas que partieron sin despedirse y quedaron dormidas en las páginas de un libro parroquial, hasta ahora, 217 años más tarde.
Fuentes:
¹Libro 4to de defunciones, folios 158-159, Parroquia Dulce Nombre de Jesús, Caguas, PR
²Atlantic Oceanographic & Meteorological Laboratory, NOAA.gov
Annette, me conmovió este relato. Gracias por sacar a la luz estos hallazgos. De alguna manera son nuestros ancestros y cada uno ocupa un lugar en el árbol familiar.
ReplyDelete