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Tuesday, September 14, 2021

1696: Feminicidio en San Juan (PARTE II)

Casa del Cabildo, San Juan²

Investigación y redacción por Annette Ramírez Díaz

Nota: Por ser este relato uno más extenso de lo usual, se ha publicado en dos partes.  Esta historia es real, como todas las que se publican en este blog.

Para leer la Parte I, pulsa aquí

Juan de Fontanes se entrega a las autoridades a las 4 de la mañana del jueves, 5 de abril de 1696.¹ Es apresado y encerrado en el calabozo de la Cárcel Real de la Casa del Cabildo, la cual ubica en la actual calle del Cristo #152 del Viejo San Juan.

Fontanes declara haber escrito una carta dirigida al Gobernador, la cual dejó en su casa. Las autoridades proceden a visitar la casa de Juan de Fontanes nuevamente, extrañados pues en el embargo realizado allí, no se había encontrado carta alguna. Al llegar, la tía Francisca Malavé señala que al alzar el colchón de paja de Juan de Fontanes ese mismo día, había encontrado una carta dirigida al Gobernador y sellada con lacre (sello de cera).


Carta con sello de lacre
 
La carta decía lo siguiente (con algunas correcciones gramaticales)

"Señor Gobernador y Capitán General:

 

Para que usted se halle con la individual noticia y en el conocimiento de las razones que me han motivado para el hecho presente, paso por medio de estos renglones a declarar como si fuera juramento la verdad del caso y es, señor, que habiéndome casado con la que tuve por mujer en la inteligencia de que era doncella se ajustó el casamiento, hallé al contrario como fue el de no serla y por tener parientes honrados y por no perderme lo suplí, haciéndole sola la advertencia que en lo adelante viviera sin dar motivo a que ejecutara lo que hoy halla vuestra señoría, a lo que me respondió a que me fuera con Dios y que la dejara con su madre y hermanos en su casa, que ella viviría como hasta aquí y soltó la rienda a sus viciosas costumbres, frecuentando la amistad y correspondencia que de muy antes tenía, según estoy informado y visto, con Francisco de Santiago, que está condenado a servir en el castillo del Morro y aunque está por vuestra señoría ordenado de día no más venga al lugar, las más noches se queda con él y por una reja que hay al lado de la cama por el colgadizo, subiéndose sobre unas vigas que están armadas para soberado, en él se veían y hablaban, y aunque muchas noches me puse en espía, no pude averiguar el cogerlos, por ser tan raro el modo que tenían que cada noche variaban de señas y porque cooperaba la madre en el consentimiento de esta maldad, y cuando me iba a la contaduría venía él y entraba y como sabía la hora que venía e iba se ponían a espiarme María Miranda e Isabel Álvarez, su prima, por cuyas manos le mandaban todo lo que querían y porque la traje a mi casa para ver si más bien podría satisfacerme, hubo un escándalo tan grande como se puede informar y habiendo venido a ella, volvió el dicho Francisco de Santiago con tan poco temor a frecuentar la misma comunicación por otras rejas que están en el callejón, donde algunas noches estuve en vela y sola una que llegué a verlo al mismo tiempo que iba a dar el salto del otro lado de una paredilla con que no pude correr más y porque no acreditara y me satisfaciera de esta verdad admitió y cuasi le dio ella motivo para que se adelantara a las evidentes señas que a uno y a otro le cogí y habiéndome hecho algunas noches el dormido, la hallé que se levantaba y preguntándole que a qué, decía que a orinar. Estas veces ni hallé orines, ni menos tuvo ganas, diciendo que se le había quitado y esta noche que tuve algún sufrimiento, la vi que iba abajo a buscarlo a su cama donde los hallé e hice el deber de hombre honrado, que no tengo otra cosa para valer sino el procedimiento omito por no cansar más a vuestra señoría. El decir lo que me ha pasado con esta vil mujer, todo lo dicho ofrezco probar, así la asistencia de noche en la ciudad de Francisco de Santiago, como también con toda la rivera de Luisa y parte de este lugar, el malvivir que ignoré antes de casarme y pues por ley divina son severamente castigadas las adúlteras, consentidoras y alcahuetas, por las humanas no será menos, mayormente cuando corre por vuestra señoría, que con tanto celo mira al servicio de ambas Majestades, dará el castigo que le corresponde a semejantes sujetos y apremiará para que declaren la verdad que juro por Dios y esta cruz ser la verdad lo que llevo dicho. Guarde Dios a vuestra señoría muchos años de esta ciudad de Puerto Rico y abril tres de 1696 años = Señor Gobernador y Capitán General de vuestra señoría súbdito y servidor =

Juan García de Fontanes"

 

Varias cosas llaman aquí la atención: 


Contrario a lo que alegó Juan de Fontanes, la carta no parece haber sido escrita antes del asesinato, pues hace mención de "el hecho presente", "lo que hoy halla vuestra señoría", "habiéndome casado con la que tuve por mujer". Cuando las autoridades cuestionan a Francisca Malavé sobre la posibilidad de que alguien entrara a la casa luego del asesinato a esconder la carta, ella juró que nadie entró ni salió de la casa.

De haberla escrito antes, consistió entonces de un acto premeditado. La razón para el asesinato, según Juan Fontanes: la infidelidad. Alega que su esposa, Ana Manuela de Jesús Cedeño, no era virgen al momento de casarse, pero continuó el matrimonio con la advertencia de que se comportarse, y que, al parecer, tenía una relación con un tal Francisco de Santiago. Busca justificar el asesinato y más aún, pide al Gobernador que sean ajusticiadas las consentidoras y alcahuetas, entre las cuales menciona a su suegra y las primas de Ana Manuela. Curiosamente, la carta no menciona a Diego Ramos, el soldado a quien atacó en el incidente en el cual asesina a su esposa.


Esta carta pone a correr la maquinaria de la justicia, iniciando una investigación extensa y veloz.


Comienzan por interrogar al propio Juan de Fontanes. A continuación, un resumen de sus declaraciones:

 

Acepta haber asesinado a su esposa porque lo ofendió al cometer adulterio, que no era virgen al casarse y que aún luego de casarse continuó con sus "vicios".

Indica que su esposa Ana Manuela Cedeño cometió adulterio con DOS hombres:

  1. Francisco de Santiago, natural de San Germán, quien cumplía una condena por asesinato sirviendo/ trabajando en el Castillo del Morro y residía en la casa de Cristóbal Galán, vecino de ellos.
  2. Diego Ramos, soldado del presidio, quien vivía en casa de Juan Fontanes.

En el caso de Francisco de Santiago, indicó que era Ana Madama, su suegra, quien consentía esa relación ilícita. Contó que a los 4 días de casados llegó a su casa Isabel Álvarez, prima de su esposa, diciendo que Francisco había mandado a decirle a Ana Manuela "que lo tenía olvidado" a lo cual Ana Manuela respondió "que no era fácil". Juan de Fontanes estaba afuera de la sala escuchando esta conversación, acto seguido entró y las mujeres interrumpieron la conversación.


The Friendly Gossips- Eugene de Blaas (fragmento)

 

Narró que por las noches se hacía el dormido y en varias ocasiones encontró a su esposa "arrimada a unas tablas" y que Francisco avisaba su llegada por las noches dando golpecitos en la madera o "quebrando juncos" (ramas).

Tablillas de chocolate casero
Contó que un día encontró "cuatro tablitas de chocolate del que se había molido aquel día, envueltas en papel" escondidas debajo de su colchón, las cuales Fontanes presume eran para enviarle a Francisco por mano de su prima Isabel, quien para esos días "estaba preñada y decía que se le antojaba".

Indicó que tanto Isabel Álvarez como María Miranda, las primas de su esposa, lo espiaban y velaban desde los balcones de sus casas, pendientes a cuando llegaba él por la Plaza de San Francisco, para ir "de carrera para adentro" a avisar que venía. También su suegra, Ana Madama, solía preguntarle a Juan sobre cuándo iba o venía.

Ramo de flores de azahar
Cuenta que en una ocasión vio a un niño, hijo de Francisco de Santiago, llegar hasta las escaleras de la casa con un ramo de flores de azahar cubierto con un pañuelo blanco. El niño escondió el ramo debajo de un escalón, de donde Ana Madama lo cogió y se lo llevó a su hija.

  

Conserva o dulce de papaya
En otra ocasión, se encontraban Ana Manuela Cedeño y la hermana de Juan de Fontanes "mondando papayas para conserva", cuando llega el mismo hijo de Francisco de Santiago y le hace señas dando golpes en el piso con los pies, y que a su vez, Ana Manuela le hizo señas con los ojos para que se fuese.
Acto seguido, Juan de Fontanes cogió al muchacho por la garganta y le dio contra el suelo, y a los pocos días su padre lo despachó para el campo.

Según el relato, Ana Manuela vivió un tiempo casa de su madre junto a Juan de Fontanes, y luego se muda a casa de su marido.

Indica que en una ocasión llegó a ver a un hombre trepando el techo de la casa, que su mujer le hacía señas escupiendo, pero no lo puedo coger pues tuvo que saltar unas piedras y el hombre se le adelantó, pero lo vio entrar "por los corrales de Francisca de Ayala".

 

En cuanto al soldado Diego Ramos, contó que la noche antes del asesinato, despertó para ver que su esposa no estaba en la cama. Se levantó, buscó el cuchillo que guardaba debajo del colchón y no lo encontró. Encontró a su esposa sentada en la escalera, descalza, conversando con el soldado, quien también estaba fuera de su cama. Fontanes le pregunta a Ana Manuela que a qué se había levantado y ella le respondió que iba a beber agua, aunque "le tenía la orden de que no se levantase de la cama de noche". Indicó que una mañana halló un pañuelo blanco en el primer piso y "porque tiene mucha arena el suelo" quedó marcada una huella del pie, la cual Fontanes midió y asegura era de su esposa. 

 

El día del asesinato, mientras almorzaban, vio que Ana Manuela le ofrecía carne al soldado, quien solo estaba comiendo arroz. En ese momento Fontanes le rompe un jarro de agua encima y lo siguió para darle con un palo. Su tía Francisca lo aguantó, con el ruido llegó gente, y luego de que éstos se retiraran, buscó su cuchillo y asesinó a Ana Manuela para luego marcharse al Convento de San Francisco.


Aquí termina su relato y comienza el interrogatorio. Le cuestionan por qué no llevó a su esposa a la justicia en lugar de matarla, alegando él que le pareció que "vengándose por su mano quedaba satisfecha su injuria". 

 

Le preguntan por qué, si sospechaba del soldado Diego Ramos, no lo echó de la casa. Contestó que no quería que Ramos fuese a descreditarlo y contárselo a los otros guardias.


Sobre el cuchillo, con el cual dormía bajo la cama, le cuestionaron si lo mandó a hacer para matar a Ana Manuela, y él contestó que lo mandó a hacer para cuando saliera para el campo.  Que lo tenía debajo del colchón y lo buscó la noche anterior para ejecutarla si la encontraba en una ofensa, pero que Ana Manuela lo tenía en sus manos y no dijo nada para que "no le diese con él".


Sobre la relación, indicó que llevaban apenas tres meses de casados y antes de eso "tuvieron correspondencia por más de dos años", que se veían cuando él visitaba el campo con su familia, ella iba a darles la bienvenida o despedida. Alega que hablaban "los días de San Juan que se celebran en esta ciudad con máscara". En uno de esos días, Ana Manuela le pidió a Juan que se casase con ella y él respondió que sí, con la condición de que fuese doncella (virgen), lo cual luego descubrió no ser cierto.


Juan de Fontanes indica que trataba bien a su esposa. Lo confrontan con el testimonio de los vecinos, quienes indicaron que se pasaban peleando "sin una hora de paz" y que aún su tía Francisca temió por su vida el día del incidente. Indicó que sólo dos riñas tuvieron: una en casa de Ana Madama y la otra en su propia casa, tras la cual su abuela y su tía le dijeron "que la metiera en una caja o que se fuera a vivir al matadero a coronarse de cuernos". En otras palabras, acusa a su tía y abuela de incitarlo a matar a su esposa.

 

Las autoridades le cuestionaron por qué la noche antes del asesinato "estuvo en la puerta de su casa con desesperaciones, echando vidas y reniegos", y contó que Francisco de Santiago había pasado frente a su puerta, donde se encontraba parado, no se quitó el sombrero para saludarlo y "gargajeó que casi se lo echó encima", por lo cual entró lleno de cólera a la casa.


Lo interrogan sobre el momento en que escribe la carta y las inconsistencias. Fontanes insiste en que la escribió el día antes del asesinato, que ya había dado el caso por hecho "por haber visto y reconocido las camisas del dicho soldado manchadas y con evidencias de haber tenido acto carnal" (este dato no lo había mencionado en su relato), y que la escribió "por parecerle que después del hecho no tendría oportunidad de hacerlo y para el interín que no se presentara, se supiera el motivo que tuvo para el exceso".


Le preguntan si sabía que su esposa estaba embarazada y qué tiempo podía tener de embarazo. Contestó que no sabe si estaba embarazada, pero a los ocho días de casados tuvo su menstruación y luego no tuvo más. Insisten entonces: "¿Cómo habiéndole faltado su regla mensual, que es la señal más cierta que tienen las mujeres para hallarse en sospecha de preñez, le dio de puñaladas, pues fue en cierto modo patricida?"


De inmediato, tanto Francisco de Santiago como Diego Ramos fueron arrestados y llevados a prisión en lo que se dilucidaba el caso. También se ordenó que se interrogara a Ana Madama, Isabel Álvarez y María Miranda, acusadas por Juan Fontanes de ser cómplices.

 

Interrogatorio Francisco de Santiago


El primero de los mencionados en ser interrogado lo fue Francisco de Santiago, el 9 de abril de 1696. Indicó tener 28 años, ser natural del Valle de Coamo, de oficio labrador y criador de ganados, casado con Magdalena de Torres, moradora de Ponce. Llevaba 10 meses viviendo en San Juan, estuvo preso en San Germán por el asesinato de una mujer en Ponce, y lo condenaron al destierro trabajando en el Castillo del Morro. Alegó llevar preso 4 días sin saber el motivo.

Indica saber que una mujer murió asesinada el 4 de abril y que no sabía su nombre. Informó que vive en casa del Alférez Cristóbal Galán, a donde iba a comer solamente de día, pues de noche permanecía en Castillo del Morro. Que sabe que el asesinato ocurrió en casa de Juan de Fontanes, y que entre la casa de Fontanes y la suya sólo había una casa de por medio, la de Juan de Lao, donde finalmente falleció la mujer. Al preguntársele cómo, viviendo tan cerca, no la conocía, indicó que ni siquiera la había visto hasta el día de su muerte, cuando le pidieron ayudar a trasladar el cuerpo a casa de su madre.

Contó que al momento del asesinato, se encontraba leyendo en casa de Cristóbal Galán, cuando escuchó un ruido, se asomó al balcón y vio a Juan Fontanes corriendo con un palo en la mano detrás de un soldado llamado Diego. Que no logró alcanzarlo y se regresó para su casa.

Confrontaron a Francisco de Santiago con todo lo que alegó Juan de Fontanes en su declaración y negó rotundamente todas las declaraciones. Indicó no conocer a Isabel Álvarez, excepto haberla visto por la vecindad, que nadie le hizo llegar chocolates o regalos, que nunca había estado en casa de Ana Madama ni pudo estar en los alrededores de la vecindad de noche, pues por su condena él tenía que dormir en el cuartel del Castillo del Morro bajo supervisión de su teniente. Que su hijo estuvo en San Juan enfermo y lo envió de vuelta con su madre, que nada era cierto.


Interrogatorio Diego Ramos


Diego Ramos informó ser natural de Utreta en Andalucía, España, de edad de 18 años, soltero, de oficio soldado del presidio y que desde que llegó a Puerto Rico vivió en casa de Juan de Fontanes. Indicó conocer sobre el asesinato de Ana Manuela y que en el momento del acto se encontraba en la casa de Juan de Lao, a donde se escapó huyendo de Juan de Fontanes, quien lo agredió durante el almuerzo en su casa. Dijo que no sabe por qué motivo le dio muerte, que nunca vio que hombre alguno la solicitase, galantease o visitara la casa y que Manuela siempre estaba en su cuarto y solo bajaba para comer con su marido. Negó rotundamente el incidente relatado por Fontanes de haber encontrado a su mujer a mitad de noche hablando con él en la escalera, que tampoco sabía del incidente del pañuelo, que solo tenía dos camisas y llevaban más de 15 días sucias. Tampoco la fallecida le habría ofrecido carne para comer el día del incidente. Declaró que nunca oyó peleas entre el matrimonio pues estaba fuera por el día, pero cuando llegaba escuchaba decir que habían reñido. Conocía cuál era el niño de Francisco de Santiago,

 que era pequeño y nunca lo había visto en la casa. 


Interrogatorios María Miranda e Isabel Álvarez


Ambas negaron todas las alegaciones y declararon conocer a Ana Manuel Cedeño como una mujer honrada que ni salía de su casa. 

Isabel, quien indicó tener 25 años y vivir en la casa de al lado del alférez Galán, indicó que sólo veía a Ana Manuela cuando visitaba la casa de su tía, y que nunca había enviado recados ni regalos y que mucho menos espiaba a Juan de Fontanes por el balcón pues bastante tenía con cuidar a su marido y a su hija. Declaró conocer a Francisco de Santiago y haber visto a su hijo, sin embargo sólo intercambiaron un "buenos días o buenas noches" si se cruzaban.


Interrogatorio Ana Madama


Indicó ser natural de la Ciudad de Puerto Rico, de 50 años, viuda de Gerónimo Cedeño y madre de Ana Manuela Cedeño, asesinada por Juan de Fontanes sin causa alguna. Dijo que no sabe de hombre que hubiese causado sospechas contra su hija, negó el incidente del ramo de azahar, se declaró una mujer honrada que no podría ser consentidora.

Contó que luego de vivir el matrimonio en su casa por un mes y medio, Juan de Fontanes sacó a Ana Manuela a la fuerza de allí y Ana Madama le rogó que no lo hiciera "porque era niña y no sabía de gobierno de casa".


Hubo un desfile de testigos, desde el Teniente del Morro hasta cerca de una decena de soldados y cabos quienes testificaron que Francisco de Santiago nunca salió de noche de su área asignada.


Se asigna un fiscal al caso. Ana Madama radica una querella civil y criminal contra Juan de Fontanes por la muerte alevosa de su hija embarazada y por atentar con tra la honra y reputación de la familia. Ana Madama indica que no hace sentido que Fontanes diga "que no la halló doncella" pues "desde que lo hubiera reconocido no hubiera estado tan contento, regocijado, unánime y conforme con la dicha mi hija".

Retrato de una abuela, Siglo XVII
Nuevos interrogatorios a los mismos testigos arrojaron que Ana Manuela Cedeño era considerada una mujer honrada, virtuosa, callada, que no salía de su casa "ni se asomaba por las ventanas". Agustina y Francisca Malavé ratificaron su testimonio inicial. Un testigo alega haber escuchado que Juan de Fontanes trató de "ahogar" a Ana Manuela en una ocasión. Varios confirmaron haber oído que Ana Manuela estaba embarazada y uno de ellos la escuchó a ella misma decirlo a Juan de Fontanes en la noche que se la llevó para su casa. 


Conclusión y sentencia

 

Al final, el testimonio que más peso tuvo para lograr a un veredicto fue el de Agustina y Francisca Malavé, abuela y tía de Juan de Fontanes, respectivamente, quienes declararon en contra de él y a favor de la honra de Ana Manuela. En las propias palabras de Ana Madama, ellas actuaron "como mujeres cristinas y temerosas de sus conciencias, juraron la verdad sin que les moviese el amor de nieto y sobrino, ni el haberle criado".

 

Juan de Fontanes fue encontrado culpable y condenado a muerte "pasado por las armas" (fusilamiento) sin dilación. Fue ejecutado el 4 de mayo de 1696 en el llano del Morro y sepultado en el Convento de Santo Domingo.

 

Pelotón de fusilamiento³

Fuentes/ referencias:

¹ A.G.I., Santo Domingo, Leg. 162, Carpeta AGI Vol. III, Archivo General de Puerto Rico

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³ https://lapiedradesisifo.com/wp-content/uploads/2014/07/pelot%C3%B3n-de-fusilamiento.jpg

 

 

 

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